Una pésima explicación
Desde que me he declarado ateo tengo la sensación de que el debate con un creyente puede comenzar por muchos temas, pero muy frecuentemente se terminará discutiendo sobre el origen de algo, lo cual no es nada raro si Dios pretende ser la causa de todas las cosas.
No es un secreto para nadie que, desde sus primeros tiempos, la humanidad tendió a explicar con divinidades los fenómenos que escapaban a su limitado conocimiento. Así, el listado de dioses y semidioses fue creciendo no porque hicieran su aparición entre nosotros, o porque hubiéramos inventado aparatos para detectarlos, o porque su existencia fuera predicha por las nuevas teorías que la ciencia iba descubriendo. El único motivo que tuvimos (y tenemos) para creer en dioses, fue el de asumir que eran la mejor explicación para preguntas que nos llegaban hondo.