¿Por qué soy ateo?

El primer texto de esta web es un breve repaso por las razones que hacen que me defina como ateo.

ANTES DE COMENZAR justificando la razón de mi ateísmo, me gustaría definir un par de cosas: 

1. Condición necesaria y suficiente para ser ateo: no creer en la existencia de Dios, o creer en la no existencia de Dios. Creer o no en el amor, las utopías, la paz en el mundo, la existencia del Yeti, la reencarnación, los extraterrestres, o cualquier otra cosa, nada agregan ni quitan al ateísmo. Se puede ser ateo y de derecha, de izquierda, humanista, anarquista, determinista, amante del libre albedrío, profesor de repostería o árbitro de fútbol. Lo único que es incompatible con el ateísmo es creer en Dios.

2. Ante la infinidad de cosas que se entienden por Dios, voy a intentar reducir un poco el espectro: entiendo por Dios a una inteligencia creadora. Casos particulares pueden ser los dioses de las religiones monoteístas, pero no excluyo otros tipos de "inteligencias divinas". Cuando argumente sobre mi ateísmo, sepan que es en esos dioses en los que no creo. Cosas tales como la "armonía universal", "orden natural", etc., no son conceptos a los que encuentre sentido negar, por lo que si alguien sostiene que Dios es alguna de esas cosas, entonces simplemente le estamos poniendo distinto nombre.

Creo que fácilmente podemos ponernos de acuerdo en que no haya forma de estar absolutamente seguros de nada. La película Matrix es un buen ejemplo: gente que vive segura de estar en un mundo que no existe, víctimas de una “realidad virtual” consistente. No tienen forma de saber que son engañados; y si nosotros fuéramos ellos, tampoco tendríamos forma de saber que somos engañados. En el mismo sentido, no podemos afirmar que la Tierra no sea plana, ni que no sea un dodecaedro, ya que cualquier evidencia puede ser puesta en duda, y ni las fotos, ni los videos, ni la confirmación de los astronautas que la vieron de lejos, ni nuestra propia vista si pudiéramos pararnos en la luna, serían argumentos definitivos y terminantes. Pero, si adoptáramos tal escepticismo extremo para todo, no podríamos vivir. Necesitamos seguridades o, al menos, confianza en algunas cosas. Confiamos en que el sol saldrá cada día, en que París existe, en que no nos va a caer un piano en la cabeza cuando salgamos a la calle.

La cuestión se empieza a complicar cuando cada uno decide en qué afirmaciones confiar y en cuales no, según sus criterios y gustos particulares. ¿Cuáles son mis gustos para aceptar algunas afirmaciones y otras no? A ver:

1. Alguien afirma que está lloviendo. Fácil, me asomo y mis sentidos verifican que está lloviendo: veo llover, me mojo, huelo a tierra mojada, oigo caer gotas. Luego, confío en esa afirmación. ¿Puedo estar siendo víctima de un engaño, o puedo estar delirando? Sí, pero lamentablemente no tengo cómo probarlo, y si hasta ahora mis sentidos me han venido sirviendo bien, lo mejor que puedo hacer es confiar en ellos hasta que algo me dé motivos para no hacerlo. Recuerdo cuando de niño viajaba con mi familia en la ruta y a lo lejos, en los días soleados, se veían charcos de agua en el camino. Mi vista pretendía convencerme de la afirmación: “hay un charco allá adelante”. Efectivamente, mis sentidos me engañaban porque, al llegar al lugar avistado, verificaba que no había nada. Los sentidos son un buen inicio, pero siempre es bueno ponerlos a prueba, sobre todo si los charcos desaparecen solos.

2. Otro me dice que la Tierra es esférica. Con mis sentidos se complica verificarlo, al menos de manera directa. Es cierto que viajando en avión se percibe cierta curvatura en el horizonte, pero no tanto como para afirmar que es esférica. También es cierto que he visto fotos de la Tierra vista desde la luna aunque, en el mejor de los casos, se observa que es un círculo. Además, quién sabe si las fotos no están trucadas o son una simple ilusión óptica. Seguro que viendo un partido de fútbol en directo desde Japón, si acá es de día, allá será de noche. O quizás me mienten y el partido es en diferido. Conozco amigos en Perú, en España, en México, en Alemania. Hablando con ellos me manifiestan que allá es otra hora. Vaya a saberse si no me engañan o, incluso, si no están equivocados. También me manifiestan que los días son más largos que las noches, cuando aquí es al revés. ¿Medirán bien el tiempo? Muchas y muy buenas explicaciones tengo para todo, aunque conozco una sola explicación que resuelve el problema sin necesidad de complicarme: si la Tierra es esférica, puedo explicarme la curvatura del horizonte, la forma de nuestro planeta visto desde la luna, las diferencias horarias y las diversas estaciones sin necesidad de tener explicaciones especiales para cada una. Una simple salida que resuelve todo me resulta confiable.

3. Alguien más me dice que la luz puede verse como ondas propagándose por el espacio. Aquí tampoco mis sentidos pueden hacer algo directamente sobre esta afirmación. Sin embargo, conociendo un poco de teoría ondulatoria puedo predecir que, de ser cierto, en determinadas condiciones que pueda reproducir veré cosas como interferencias, difracciones, etc. Si la experiencia verifica mis predicciones, confiaré más en ellas. Claro que la teoría ondulatoria puede estar mal, o mi experimento tener errores. Por eso me apoyo en afirmaciones previas que ya pasaron este “filtro de confiabilidad”.

4. Alguien me afirma que es nacido en la ciudad de La Plata. Tengo muy pocas formas de confiar en ello. Quizás preguntando entre qué calles nació o dónde estudió, saque algo en limpio, pero, la verdad, no tengo grandes motivos para confiar. Tal vez, si veo que parece honesto y que no tiene necesidad de mentirme, pueda confiar. En todo caso, la afirmación es bastante ordinaria y no tengo mucho que perder. El ejemplo es tonto, aunque la comento en oposición a alguien que me dice que es nacido en el planeta Venus. Esta afirmación sí que es sumamente extraordinaria y, efectivamente, necesitaré evidencias extraordinarias para confiar en ella.

5. Finalmente, me quedan afirmaciones tales como que cuando colisionan un electrón y un positrón, se aniquilan mutuamente formando dos fotones de rayos gamma con una energía de 0,500 MeV cada uno. Se imaginarán que no tengo ni la menor idea de cómo verificar esta afirmación. Y, sin embargo, quedo tranquilo si, los que la afirman, me ofrecen evidencia, me enseñan como verificarlo, y si tengo la certeza de que, cuando yo o cualquiera quiera hacer el experimento, nadie pondrá “peros” ni me detendrá argumentando que es un hecho que debo aceptar, porque así está escrito en vaya uno a saber qué libro.

Seguramente, cada afirmación en la que confío no se ajusta a sólo una de las anteriores. De hecho, si se ajusta a sólo una no confiaré mucho. Más bien debe ser una combinación de varias, y si es de todas mejor.

Ahora, metamos a Dios, a ver cómo sale:

1. Con los sentidos vamos mal. Dios ni se ve, ni se toca, ni se huele, ni se oye. Entiéndase que, cuando hablo de los sentidos, no lo hago de manera figurada. “Sentir con el corazón”, “oír con el alma”, “ver a Dios en sus obras” son paparruchadas. Cuando uno afirma que ve una mesa no es porque, en realidad, ve un florero sobre ella. En todo caso, si uno no ve la mesa, no puede asegurar que lo que sostiene al florero sea una mesa. Ver la mesa es percibir con la vista, y sólo con la vista, a la mesa, y solo a la mesa. Tampoco vale aquello de que “a Dios no lo ven aquellos que no quieren verlo”. A una pared la ven los que quieren que esté ahí y también los que no quieren. No hace falta sugestionarse para verla.

2. Ahora, busquemos experiencias diarias que puedan explicarse con un Dios. Los creyentes suelen encontrar argumentos tales como “no tenía trabajo, oré, y conseguí uno”. La realidad es que otra gente que reza no lo consigue. De hecho, muchos países altamente religiosos tienen índices muy elevados de desempleo... Claro, pueden estar creyendo en el Dios equivocado pero, para este argumento, supongamos que rezan al mismo Dios que ya le dio trabajo a uno. Para colmo, gente que no reza, incluso que no cree, consigue trabajo. Algo similar sucede con las enfermedades: “Pedí a Dios por mi enfermedad y me curó”. Casualmente, la gente que argumenta así, además de pedir a Dios, visitó al médico. El mismo médico que curó a un ateo que, por supuesto, no rezó. O sea, el punto en común entre la gente que se cura no es que rezan, sino que van al médico y siguen el tratamiento indicado. Resumiendo: rezar o no es intrascendente; Dios no afecta a nuestras vidas. Por otra parte, se suele utilizar a Dios como un “ser necesario” para explicar el origen del universo. Yo no veo explicación alguna en ese argumento, salvo que se entienda como explicación posible “Dios existe porque sí” y, en cambio, por algún motivo en especial, no sirva la explicación más parsimoniosa: “El universo existe porque sí”. En definitiva, esta es una falacia que consiste en inventar que todo necesita una causa para luego inventar un ser, causa de todas las causas, que no necesita causa alguna. Son dos inventos: que todo necesita una causa, o sea, afirmación sin justificación alguna; y que hay un ser que no la necesita, es decir, otra afirmación sin justificación alguna y que, para colmo, contradice la anterior afirmación.

3. Vamos mal, pero sigamos. Podríamos afirmar que si Dios existiera entonces debería suceder algo que podamos verificar, y así concluir que entonces Dios existe. ¿Pero, qué Dios? Por ejemplo, si el Dios católico existiera, nos enfrentaríamos a un Juicio Final según nuestros actos en la Tierra. ¿Cómo lo verificamos? No podemos. Si Dios existiera, como él es infinitamente bueno, debería haber un bien objetivo. ¿Cómo verificamos la existencia del bien objetivo? No podemos. ¿Alguien conoce alguna predicción verificable que se desprenda de la afirmación "Dios existe"?

4. Del mismo modo en que le creo al que me dice que nació en la ciudad de La Plata, me dicen que debería tener fe en la existencia de Dios. Hay dos cuestiones que hacen muy diferentes a estas afirmaciones. La primera, es que una es una afirmación ordinaria (hay miles de personas que nacieron en La Plata); y la segunda es, quizás, la más extraordinaria de todas: afirmar la existencia de un ente que viola todas las leyes de la física y la lógica, que se ubica por fuera del tiempo y el espacio, que todo lo puede y todo lo sabe, es sumamente irracional sin una buena justificación. En otras palabras, es una afirmación extraordinaria que requiere de evidencia extraordinaria. 

Además, que alguien nazca o no en La Plata, o que me engañe o no con la afirmación, posiblemente no tendrá grandes implicancias. La existencia o no de un Dios como el católico sí tiene notables implicancias morales, éticas, históricas, políticas, científicas, etc. No es un simple “detalle”, lo que implica que tendré que pedir fuertes evidencias para estar bien seguro.

5. Afirmaciones del tipo “La Tierra es plana y quienquiera que rechace esta afirmación es un ateo que merece ser castigado” o “La razón es la mayor enemiga de la fe” me despiertan gran desconfianza. Recuerdo un campeonato de fútbol en el que le preguntaban a los integrantes de un equipo contra quienes querían enfrentarse en la final: contra el eterno rival o contra un equipo de menor jerarquía. La respuesta que me gusta es: “Da lo mismo. Si queremos ser los mejores, tenemos que poder ganarle a todos”. Pues bien, si pretenden convencerme de que Dios existe, no deben evitar ningún contraargumento. No debería haber tema que no se pueda tocar, ni razón que censurar. Una idea, para ser verdadera, tiene que salir victoriosa de todo análisis crítico, sin importar lo furioso que éste sea. Por definición, las verdades reveladas incuestionables me generan una profunda desconfianza.

Como dijera más arriba, si para confiar razonablemente en una afirmación debo cumplir con alguna combinación de los cinco puntos anteriores, y a la afirmación “Dios existe” no puedo hacerla encajar ni siquiera en una, mal puedo decir que Dios exista y que yo crea en él. De hecho, tan improbable me parece la afirmación que no sólo no afirmo su existencia, sino que me animo a negarla.

Quizás, la respuesta más racional sea la del agnóstico prudente y no la del “arriesgado” ateo. Pero ese es otro tema sobre el cual me gustaría ofrecer mi punto de vista más adelante.